La desaparición del cardiólogo. Historia de un túnel


Fue hace ya unos años. El Bar Solanas transcurría sus días de forma anodina. La paz solo era interrumpida por algunas situaciones relacionadas con Cachi, el Perro. Evidentemente conservaba algún atisbo de mal carácter, tal vez relacionado con el hecho de su exclusión del futbol que siempre consideró injusta, porque al final de cuentas a la pepona no le había pasado nada serio y, según cuentan, se pasea muy orondo por las calles de Córdoba. Los mas osados dicen que en mesa de café comentó que la historia era falsa y que el Perro era incapaz de hacer daño a nadie porque era un cagón. Hasta hizo comentarios, dejando serias dudas sobre la virilidad del susodicho. Fiel a su silencio nunca intentó contestar esas acusaciones. Decía, parafraseando a Messi que lo que pasaba en la cancha moría en la cancha y que ya se lo iba a encontrar a la Pepona para aclararle algunas cositas.
Figuran dentro de esta época anécdotas, como aquella de la clienta que en horas del mediodía se sentó en una de las mesas que quedan al lado de la ventana. Cachi se paseaba de un lado al otro del nosocomio tratando de satisfacer los pedidos de los parroquianos. En nuestra mesa yo esperaba solito el horario de irme al consultorio. En un momento escucho que la mujer lo llama mientras el iba y venía ignorándola con gesto profesional. La mirada al frente, la vista concentrada en un punto inescrutable y el pedido de alguna cosa hacia atrás del mostrador donde estaba su fiel escudero. La mujer decía, mozo…mozo…mozo, como una letanía, mientras Cachi seguía su camino inmutable. En un momento la madame sube la apuesta y le dice: ¿me va a atender? Le cambió la mirada y volvió a parecerse al ferreo cuevero de su época de futbolista. La encaró a la mujer como para partirla en 4 pedazos. Se le paró enfrente y le dijo: ¡le limpié la mesa, le traje el diario y usted dice que no la atiendo! No, disculpe, atinó a decir la mujer. Lo que pasa es que estoy apurada, me tengo que ir al Hospital Italiano rápido. El perro se recompuso, la miró sin rencor y le dijo: ¿sabe qué?, yo no tengo ningún apuro. Debo reconocer que temí por su vida, pero no, la mujer quedó descolocada por la respuesta y solo atinó un…disculpe, yo decía. Sin darle tiempo a más le tomó el pedido y siguió con su camino.
Bueno, me fui un poco de la historia que quería contar. Uno de los más conspicuos asistentes al bar era George, afamado cardiólogo de zona sur, como le gustaba llamarse, hincha de Independiente al que ya mencioné en otra historia. Taciturno, poco afecto en esos tiempos a compartir mucho. Se escapaba rápido al patio para satisfacer su necesidad de fumar, vicio que ya abandonó afortunadamente. Se fue socializando de a poco, al punto que a día de hoy no queda casi nada del viejo George. El hecho es que un día y sin aviso de ningún tipo el cardiólogo desapareció. Si, literalmente desapareció. Nadie lo vió mas, dejó de contestar el teléfono, sus consultorios cancelados, suspendidos. ¿Che, no lo viste a George? No, para nada, y sabes algo. Tenés idea que le puede haber pasado? Eran preguntas repetidas para las que nadie tenía respuesta. Nadie sabía nada, se lo había tragado la tierra.
-Cachi, escuchá, vos tenés que saber algo.
-No, te juro que no. Hasta le mandé un WhatsApp y no me lo contestó.
El que estaba preocupado era Gabriel, el paciente psiquiátrico al que G con frecuencia le daba plata para el café, que el usaba para comprar cigarrillos. Vino un día con la historia de que lo habían secuestrado los extraterrestres. Que él los había visto, que lo habían abducido cuando iba a trabajar y que lo estaban estudiando. Según su versión lo iban a devolver sano y salvo en un tiempo no precisado. No le dimos mucho crédito, dada la fuente. El Vasco, que también es de independiente dijo que podía ser, porque los del rojo eran seres de otro planeta. Vasco, ¿qué te fumaste? Por Dios.
Y seguían pasando los días y nada, como si se lo hubiese tragado la tierra. Ni noticias de G. Pensamos en poner un cartel en el bar ofreciendo recompensa por datos sobre su paradero, pero lo desechamos. En realidad, nadie quiso poner un mango para la recompensa y así era muy difícil, gratis nadie hace nada. Todos venían con alguna historia. Como ese valija que viajaba al Norte que le contó a Manuel que lo habían visto cruzar la triple frontera, dejando entrever alguna conducta non sancta en su comportamiento. Hubo quienes lo vincularon a la banda de Los Monos, aduciendo que era posible, ya que vive en zona sur. Su esposa mantenía un prudente silencio y llegaron a decir que estaba amenazada. El kiosquero de la esquina de su casa dijo no saber nada de su paradero, pero lamentaba mucho lo que había mermado la venta de vino en esos días.
Un día vino Carlos B que también vive en zona sur y nos dice bajando la voz y pidiendo reserva absoluta que el había ido a la escuela, la Dante con Novaresio y con el segundo del capo de los monos y que le había dicho que ellos no tenían nada que ver. Nos sorprendió un poquito el tema de que también tenía gente de los monos en su curso y hasta dijo que estaba en el grupo de WhatsApp. Mauro dijo que Carlos lo tenía podrido con sus compañeros de escuela y que nada de eso era verdad.
El que se mantenía en absoluto silencio era Cachi y también los inefables Caco y Quique, como les decía el Perro. Un día como a la hora de la siesta entro al bar y estaban los 3 deliberando. Tenían unos papeles arriba de la mesa, la de la ventana, la que está mas cerca del mostrador. Bah, donde nos sentamos siempre. Se hicieron los boludos y guardaron los papeles. Los miro y les digo: si molesto me voy. Ya vi que estaba llegando Manolo al Bar, también. Entra y se viene para donde estamos. Le digo, Manu, vamos a otra mesa que parece que molestamos acá. Se miraron entre ellos y dijeron, vengan. Sacaron los papeles y sin mediar palabra dijeron, estos son planos viejos de la cuadra. Eran unos papeles viejos y arrugados que no se de donde habían sacado. Me parece que tenemos la solución al tema del cardiólogo. El Perro se seguía haciendo el boludo. Caco dice: miren acá, ven. Yo solo veía rayas, nunca fui bueno para los mapas. Manolo dijo que le hacía acordar a la cancha de Colón del año 1938, donde habían jugado la final Boca con el local. En Boca atajaba…Pará Manu, le digo. Dejemos la historia para después. Siguió Caco diciendo que en la zona hace mucho tiempo habían hecho un túnel que comunicaba el Bar, con la Farmacia de enfrente, la cochera, el hotel de su propiedad y la casa de quinielas, ahora abandonada. Creían que ese túnel estaba utilizable y que por ahí debería andar el cardiólogo. Todos lo miramos a Cachi, que bajó la vista, como asintiendo y dijo…es verdad. Yo lo ayudé. Explicó que había encontrado el túnel por casualidad una vez haciendo unos arreglos y que estaba intacto, que comunicaba todo lo que se decía. Y que G había tenido algún kilombo que incluía minas y guita y le pidió ayuda y lo escondió ahí hasta que todo pase. El le llevaba comida todos los días para los tres y estaban todos bien, esperando la hora de salir. ¿Para los tres, dijimos? Parece que el tipo se había encerrado con dos señoritas, alcohol para un mes y el morfi que le llevaba el perro. ¡Tenemos que sacarlo, dijimos a coro! No, dijo el Perro. Me pidió un par de días para terminar de solucionar todo. Tenía un celular trucho desde donde hacía los arreglos en el túnel.
Manolo y yo intentábamos salir del asombro que la sorpresa nos había provocado. Por un lado, la tranquilidad de saber que estaba bien, pero por otro la conmoción de enterarnos de tantas cosas a la vez. El túnel, la cagada que se había mandado G, las minas…Demasiado para un solo día. A todo esto, se sumaba la curiosidad de conocer el túnel. Pero por el momento nos teníamos que aguantar un poco. Cachi, cuando dijo que iba a salir. No, está arreglando todo para salir el fin de semana, mientras tanto le está haciendo un verso a la esposa para justificar la situación.
Era martes. No faltaba tanto. El sábado saldría. Y ahí se nos ocurrió una idea genial. Los viernes nosotros organizamos en el bar un encuentro de camaradería donde comemos algo que puede ser empanadas, una buena picada, sándwiches de miga o en alguna ocasión especial un lechón. ¡Si la hacemos este viernes y le damos una sorpresa a G, conocemos el túnel y listo! Excelente idea dijimos todos. Quique era el más remiso a tal punto que dijo: yo, por mi parte, pienso que la vamos a cagar. Pero les aclaro que no me opongo y que si lo hacen voy. Perfecto. La idea cerraba por todos lados. El punto era quien iba a ir a la fiesta. La mayor duda la tuvimos con Silvia y Nora, que estaban invitadas siempre, pero en este caso la conclusión fue que mejor se quedaran afuera. No sabíamos bien lo que encontraríamos. Empezamos a hacer la lista y las invitaciones de manera discreta. Quique y Caco, Manolo y yo, Mauro, Carlos B, el Perro, ¿el loro? Si que venga también, el vasco y nadie más.
¿Que comemos? Yo me ocupo fue la respuesta de Manu, como siempre. ¿Cachi, vos compras la bebida? Si, yo lo llevo, se escucha de nuevo la voz de Manu. Listo. A que hora, la consabida pregunta. Y…tipo 4 de la tarde, cuando salga de ECCO. Che, Cachi. ¿Hay luz abajo? Si, contesta, yo me ocupo. Bueno, mucha gente decidida a ocuparse, parece. Escucha, vamos a tener que cerrar el bar. No hay problemas, digo que tengo que ir a ver a Salvador, que era el diabetólogo de Cachi. Le decimos a Falucho que se vaya y cerramos. Buenísimo, dijimos a coro.
Fue la semana mas larga de mi vida. El viernes no llegaba nunca. Cachi, compraste el champú era la pregunta reiterada. Por supuesto decía sin voltear la cabeza mientras iba de punta a punta del bar discutiendo siempre con algún cliente. Manolo, no te olvides de lo tuyo. Si, Bulju, voy a hacer una picada. Les avisaron a todos, mira que después empiezan que no me enteré, que siempre me dejan afuera. Ya les avisé repetía Cachi en una de sus pasadas.
Finalmente, como todo llega en la vida, también llegó ese viernes. Ya iban siendo las 4. Manolo, como de costumbre manda un WhatsApp diciendo que salía de ECCO y venía. Siempre decía lo mismo. También siempre supusimos que algo tenia Manolo en ECCO. Cachi se moría de risa cuando mencionábamos el tema, era muy gracioso y contagioso. Terminabas riéndote con él. Una sola mesa ocupada en el Bar. Yo en la mesa de costumbre, Cachi sentado al lado mío, el vasco hablando maravillas de la suegra a la cual odia profundamente, Carlos recordando que Doménico Modugno había ido a la Dante con él. Del resto ni noticias todavía. Entra el lorito, no sabía como venía la cosa. En verdad, creo que era una sorpresa para muchos. En eso Cachi me llama y me dice, vení a ver si estamos bien con el champú. Fui al cuartito donde está el freezer. Me mira y me dice. Mirá, no vamos a bajar al túnel. G no quiere, dice que mejor sube el. Está solo ahora. Va a salir por el túnel a la farmacia, ya hablé con Julián y desde ahí entra como si nada. Va a decir que tuvo algún kilombo con algo, ah sí, con un paciente dijo y listo, no hablamos mas del tema. ¡Uh! Bueno, esta bien. Manuel sabe? Si, lo hablé cuando fuimos a comprar el champú. ¿Quique y Caco? Lo hablé con Quique y el le avisaba a Caco. El resto no sabe nada. Ok, está bien.
Entra Manuel, Quique, Caco, el Lorito y Mauro. La mesa ocupada se había desocupado. Yo, mirando por la ventana, con la vista fija en la farmacia, no pudiendo creer lo que iba a pasar. Un mes hacía que el tipo había desaparecido. Manu traía la picada, arman la mesa, y yo mirando para afuera. ¿Qué pasa Bulju? Estas esperando algo, me preguntan.  No, nada, ¿por qué? No, estas mirando todo el tiempo para afuera. En eso lo veo, sale con ese andar cansino, particular. El tiempo se detiene. Está igual, como si no hubiera pasado nada. Cruza la calle como al descuido, con su viejo bolso colgado en la espalda. Entra al bar como si nada. Muchos no se dan cuenta, yo no me puedo contener y digo fuerte: ¡George! Como estas, tanto tiempo. Todos sentaditos, sin moverse, se acerca y saluda a cada uno, se sienta en la mesa y le sirven champú. ¡G cuanto tiempo sin verte! Si, estuve ocupado, fue todo lo que dijo. Encaramos la picada como si nada. Nadie preguntó más. Hablamos de minas, de futbol, de la Dante, de Novaresio, de la vida en realidad. En un momento G pregunta, ¿alguien va para el sur? Siempre decía eso sugiriendo que alguien lo lleve. Supuse que estaba todo ok en la casa. Comimos y chupamos como de costumbre, la reunión fué llegando a su fin. Nos comimos todo. Salimos, saludamos, cada cual para su casa. Manuel lo lleva a Cachi, Carlos a G, yo me voy caminando solito para la cochera con una sensación rara y lleno de dudas. Me subo al auto y arranco para casa. No podía parar de pensar. ¿Qué había pasado? ¿Porque nadie preguntó nada ni hizo ningún comentario? ¿Será verdad lo que me contaron, porque al final de cuentas el túnel no lo vi? A nadie le sorprendió la aparición de G, ¿se habría ido realmente? Ahora a su casa, no es que había tenido kilombo. Todas preguntas sin respuesta. Al final estaba igual que antes, pero sabiendo que el cardiólogo había aparecido. La razón, el túnel, la verdad de lo que había sucedido claramente forma parte de otra historia, ¡de la historia del Bar de Cachi! Al final de cuentas la mayor de las dudas que me quedaba era: Existirá el túnel o es todo una joda. Juro que lo sabremos!




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