Los hombres de vidrio

Tengo un amigo psicólogo, creo que ya lo conté en otra historia. Tiene frases que repite y que son ciertas. Tal vez no sean propias, pero las dice con una autoridad que hace el hecho incuestionable. Asi  reitera que el amor es un eterno desencuentro, que motivó un cuento previo en este blog y muchas otra que no voy a mencionar ahora. Pero a la que me voy a referir es a una que repite muy frecuentemente. Dice: Los hombres, cuando nos ponemos viejos nos volvemos de vidrio. Al principio pensé que se referiría a nuestra fragilidad. Ante la pregunta de ¿por que? nos decía que nos volvíamos transparentes para las mujeres más jóvenes que podían ver a través nuestro sin ningún problema.
Mucho más tarde leí un cuento de Sacheri que se llama Te conozco Mendizabal, donde un hombre iba todos los días a un bar porque había una mujer hermosa que lo miraba fijamente. Un día se atrevió a intentar contactarla, se acercó a su mesa y notó que la mirada de la mujer no estaba en él. Se dio vuelta y estaba fija en un espejo justo detrás de su mesa y la rubia hermosa lo que hacía era acomodarse su cabello y admirar su hermosura en el espejo. Nunca lo había registrado. Se fue llorando del bar, para no regresar.
Ustedes dirán, que interesante, pero adónde vamos con esto…
Un domingo de sol hermoso camino por el parque. De frente a mí y a una distancia cercana y lejana a la vez venían dos hermosas jóvenes, claro que el barbijo cambia los criterios de belleza y ese será motivo de otro análisis, pero eran jóvenes y muy hermosas. Me miraban fijamente y hacían comentarios entre ellas. Mi orgullo creció, inflé el pecho, me puse a caminar más derecho, puse mi mejor cara de galán maduro con barbijo, me sonreí cosa que nadie notó, por el tapabocas, claro. Todo esto que les cuento pasó en muy poco tiempo. Un cúmulo de sensaciones, un volver a vivir. En nada estuve a la par de ellas, giré levemente la cabeza para mirar disimuladamente como a quien no le importa lo que está pasando y escucho que una le dice a la otra…mirá, son dos dálmatas! Seguí girando mi cabeza hasta que ellas habían pasado y yo ya miraba directamente detrás de mí y veo a dos hermosos perros blancos con manchas negras, que efectivamente eran dálmatas.

No me fui llorando del bar como Mendizabal, pero les confieso que seguí con mi orgullo herido, me encorvé un poco y caminé con mucho cuidado, tratando de cuidar mi estructura de vidrio transparente y mi frágil corazón, seguramente de vidrio también…
DB 29/06/2020

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